Escoger piezas de calidad, sencillas y útiles, son las tres bases para empezar a amar tu ropa y conservarla
Hace poco encontré una cajita roja en el fondo de mi armario que no me costó tiempo reconocer. Bajo las brillantes solapas borgoñas se esconden algunos de los recuerdos que he ido almacenando en ella con el paso del tiempo: tickets de autobús, un colgante, alguna fotografía arrugada y algunos más de los recuerdos físicos de mi vida que quiero que permanezcan siempre conmigo.

Probablemente, tengas algún hueco en el que almacenes tus recuerdos al igual que yo, porque a veces, la manera de dar valor a los momentos es poder coleccionarlos y mantenerlos cerca de nosotros. Un viaje, el primer amor o una situación que cambió completamente tu vida. Aunque el tiempo haya pasado y esa etapa terminara, es innegable que nuestra historia conforma en cierta manera nuestro futuro. Y las historias que hemos vivido son tan solo los capítulos anteriores al final de una historia repleta de momentos y personas que nos recuerdan quiénes somos.
Aunque a veces sintamos que estamos gobernados por la inmediatez y estemos cada vez más acostumbrados a no valorar las cosas porque disponemos de innumerables abanicos de posibilidades, sigue habiendo un algo, llamémoslo añoranza, que nos impulsa a conservar cosas de poco valor material, pero que significan un auténtico mundo para nosotros.
Sin embargo, el valor de conservar es algo que hemos ido viendo en decrescendo en nuestra generación. ¿Cómo hacerlo cuando tenemos mayor seguridad económica que nuestros antepasados y además con tan solo un clic podemos comparar precios de infinidad de productos para encontrar el más barato? No ayuda que la mayoría de cosas que poseemos tiene grabada en su interior la temida obsolescencia programada que caracteriza a la mayoría de productos que encontramos en las grandes superficies a precios ínfimos.
En la moda además, se ha ido construyendo la creencia popular de que vestir bien es sinónimo de tener un armario repleto con las tendencias de cada temporada, aunque a esas prendas acabemos por darles como máximo dos o tres usos. Hemos perdido el significado de amar de verdad a nuestra ropa, de buscar ese verdadero flechazo que nos haga desear mantenerla el mayor tiempo posible con nosotros. Como símil barato, nos hemos conformado con relaciones cortas y esporádicas en vez de tratar de encontrar algo de valor y duradero.
Dar valor a la ropa es casi una tarea pendiente para todos nosotros, por razones sostenibles, sí, pero también por sentir que en cada pieza que poseemos se esconde una relación de amor.
Como consumidores no solemos pensar ni investigar de dónde proceden nuestras prendas, quién las hizo y el porqué de su existencia. Es difícil recabar estos datos de ropa que ha sido fabricada por grandes empresas y, si lo pensamos, podemos adivinar que ha sido una de las millones de piezas idénticas que se distribuirán alrededor del mundo. Implicarse con estas prendas resulta difícil, al igual que apreciarlas y tratarlas con mimo.
Tememos a lo viejo porque vivimos en una sociedad que quiere renovarse continuamente y las empresas fijan sus colecciones en base a nuevas tendencias para que sintamos que necesitamos realizar cambios en nuestros armarios de manera constante. La industrialización ha conllevado también que resulte más rentable fabricar 200 piezas en vez de 150, aunque la mayor parte de ellas terminen apiladas en el vertedero. Nosotros, por nuestra parte, nos enfrentamos a elegir entre comprar una prenda de mayor calidad o cinco de una tienda perteneciente al fast fashion aunque no las necesitemos porque sentimos que es una mejor inversión.

A veces compramos convencidos de que lo mantendremos durante mucho tiempo, pero, ¿cuántas veces has visto como salían bolitas a un jersey nuevo con tan solo uno o dos lavados?
Conseguir prendas que duren hasta la eternidad requiere de una serie de factores personales que, a pesar de ser fáciles de llevar a cabo, cuesta integrar porque nunca nos hemos parado a pensarlo. No solo se trata de comprar menos y mejor, sino también de amar tanto lo que tenemos que cuando algo se rompa o se estropee, pensemos cómo podríamos arreglarlo. Todo depende del valor que demos a las cosas y de las consecuencias positivas que tendría para nuestro entorno integrar en nuestras vidas reutilizar o hacer provecho de cosas que ya han sido creadas.
Recuperar las piezas antiguas para volver a amar la ropa
¿Cómo empezar a coleccionar prendas de valor atemporales? Para mí una de las mejores inversiones son las prendas vintage o de segunda mano. Las piezas de antaño estaban confeccionadas de manera artesanal y los materiales eran escogidos para que pudieran sobrevivir muchísimos años. Son parte de la historia y la mayor parte de ellas vuelven de manera intermitente en el Street Style.

Si observamos con detenimiento, incluso hasta los botones o los tejidos tienen una historia, un patrón y un desencadenante que las hacen completamente únicas. Con opciones como la personalización podemos moldear o incluso añadir detalles que les permitan actualizarse a nuestros gustos y a nuestro cuerpo.
Pregúntate una cosa, ¿cuántas cosas de las que posees actualmente guardarías en una caja y se las darías a tus futuros hijos?
La primera vez que yo me hice esta misma pregunta me costó encontrar la respuesta porque la mayor parte de mi armario estaba compuesto por ropa con caducidad y que, con suerte, iba a permanecer en un estado decente como máximo cinco años. Lo más triste es que tenía chaquetas y camisetas prácticamente nuevas a las que no les daba uso porque era complicado combinarlas entre ellas.
Desde entonces, a parte de reciclar y vender algunas de las cosas que ya no se ajustaban a mi estilo, investigué en tiendas de ropa de segunda mano y en tiendas de confección made in Spain, para conocer el abanico de posibilidades que tenía para poseer ropa atemporal, de calidad y con estilo que me permitieran consumir de manera más sostenible.
El cambio, cocinado a fuego lento, ha sido increíble desde entonces. Compro menos y cuando lo necesito invierto dinero en ropa de calidad que se que va a seguir gustándome y siéndome útil en muchos años. Pero también he encontrado auténticos tesoros por el camino, vaqueros con estilo de segunda mano, bolsos únicos y piezas especiales que cada vez que me pongo me hacen sentir que estábamos destinadas a encontrarnos.
Cuando renovamos un mueble, le damos un estilo único a nuestro hogar al mismo tiempo que continuamos una historia. Con las prendas pasa casi lo mismo, cada vez que necesites algo compra algo que te haga pensar que nunca quieras deshacerte de él. Ámalo tan fuerte que desees que siempre esté contigo. Conviértelo en algo eterno.
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El estilo es una manera de decir quién eres sin tener que hablar ( RZ)
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