Por diferentes razones de la vida he tenido que aprender a decir adiós en distintas formas, algunas fáciles y otras que costaron mucho más.
Si existiera la fórmula secreta para poder decir adiós, creería que se perdería la magia de aprender a ver las cosas en diferentes perspectivas. Algunas veces creemos que estamos amando algo con mucha intensidad, pero la verdad es que son solo fuertes apegos por lo compartido, lo vivido y por lo que se dejó de hacer. Muchas veces dejar ir es también abrir las puertas para dejar llegar nuevas cosas e ideas, pues así empezó mi historia con “DOS” descubriendo que lo que era viejo para mí, para otra persona era algo completamente nuevo.
Sin buscar y de la forma más natural desarrollé una destreza en hacer ventas de garaje. Incluso mi primera reventa fue una subasta con la ropa de mi papá. En ese momento ni entendía lo que hacía, pero participe en ella con toda la energía y la actitud para revender todo lo que había en ese momento. Al transcurso de pocos años llevaba ya cuatro reventas a éxito absoluto, aunque confieso que en ese momento seguía sin entender que estaba haciendo, lo veía como una solución a todo lo que tenía que resolver en aquel tiempo. A pesar de haber hecho las ventas de garaje por diferentes circunstancias, la vida me pone nuevamente la reventa #5. Sabía que era la última en ese momento porque estaba en búsqueda de un cambio radical y la verdad me sorprendió porque me dejo dos grandes lecciones y fue el inicio de ese gran cambio que estaba buscando.
La primera fue que me enfrenté a mi inconformidad y a mi desconexión total con lo que yo era realmente. Me estaba enfrentando a un armario que daba miedo solo verlo: estaba repleto de cosas, ropa y zapatos infinitos que ni siquiera yo recordaba tenerlos. Mi sensación fue horrible, me sentí fatal; me veía como una “adicta” pero de ropa. La carencia de propósito por lo que compraba asustaba. Era algo extraño porque desde muy niña era una apasionada a la moda y siempre supe que quería ser parte de ella. Fue tanto el amor, que incluso estudié diseño de modas. Pero ¿qué me estaba pasando si era precisamente lo que más quería?, ¿en qué momento me desconecté? de comprar ropa, ¡usarla una o dos veces más y ya! Directo al closet que guardaba pesares y grandes amores. Me desconecté en el momento en que la moda también se desconectó y se convirtió en hacer producciones industriales, dejando de lado toda su cadena de valor, era claro que me había dejado seducir de su lado más oscuro, pero en el fondo siempre supe que todo lado negativo tiene su lado positivo, me enfrente a que podía seguir queriendo una moda con sentido de una forma diferente; con ética, con valores y que podía aportar valor siendo parte de su transformación, dejando de lado el victimismo por una moda inconsciente sin valor como el “fast fashion” y apostando por una moda consciente con significado.
La segunda y última lección fue que descubrí como aprender a viajar más ligera, a revalorar y entender porque necesitaba x cosa o prenda. Aunque no fue solo eso, ese gran momento fue el inicio de un cambio radical de estilo de vida y el inicio de “DOS-believe in second chances”. Todavía sigo en ello, pero ahora mucho más liviana y sin tanto peso, apostando por una moda con cultura, calificada y transparente apta para todos y siendo capaz de ser sostenible en el tiempo. Para terminar y no dejarlos con la intriga esa fue la reventa más fuerte de todas, vendí hasta mis calcetines absolutamente todo y lo mejor no fue por lo que se vendió, todo lo contrario, lo mejor fue por la sensación que me dejo al soltar todo el equipaje que no necesitaba para poder seguir andando, volver a compartir de forma natural y recordar que lo que es viejo para ti para otro es nuevo, es de las mejores sensaciones que se puede disfrutar. Esto es un camino que construimos todos, los invito a que sean parte de este gran cambio que estamos viviendo en este momento porque no necesitamos ver para creer, tenemos que creer para ver.
Porque cuando sueltas todo lo que no te hace bien apareces tú, a veces soltar duele, pero ¿y sostener lo insostenible?
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